miércoles, 1 de mayo de 2013



Ese momento.

Acostada, mirando el techo, buscando mil respuestas a un “porque” infinito, tratando de entender, ¿Qué hacía ahí?, ¿Esto estará bien?..
No podía relajarme y disfrutar el momento que tanto había esperado. No pedía más que estar un rato con él, abrazada, con su cabeza acurrucada entre mis pechos, escuchando simplemente el sonido de su respiración y la mía, que al mismo tiempo... se volvían una sola…
Mi cabeza seguía interrogando a mi corazón, una lucha constante por levantarme de esa cama y salir corriendo… ¿A dónde?, no tengo idea, simplemente salir de ahí.
Mientras los minutos y los besos pasaban, me iba convenciendo más y más de que era lo que tanto había esperado, pero… ¿Y si mañana se terminaba todo?, ¿Para qué había esperado tanto, simplemente, para que después termine?.
Por fin me relajé, y dejé que la situación fluya. Los besos siguieron, mi corazón latía cada vez más y más fuerte, mis manos sudaban sujetadas a las de él, sus manos recorrían mis brazos, dándome una sensación de seguridad y ternura, no quería que esto acabara jamás.
Cada palabra que me pronunciaba al oído, eran como una melodía hermosa y eterna, cada caricia, por más mínima que fuera, para mi, se volvían las mejores caricias que había recibido en mi vida. Luego de una hora, (qué para mí había sido eterna), el logró conciliar el sueño, y yo… yo simplemente no pude evitar quedarme apreciando su belleza, mirarlo, analizar cada rasgo de su cara, la perfección de sus labios, el movimiento alocado de su pelo. No podía parar de hacerlo, iba más allá de mí, había algo más profundo que no me permitía perder ni un segundo al lado suyo, era algo como, el amor.
El reloj marcó las 08:15, era hora de la despedida, esa maldita despedida, dulce pero tan dolorosa… La alarma sonaba, pero él…. él simplemente estaba en un sueño tan profundo que no lograba escucharla. Me incliné hasta la repisa que se encontraba enfrente de la cama, y la apagué, luego arrimé hacia su costado, contemplé su carita de sueño, que pedía a gritos “5 minutos más”, pero lamentablemente, el trabajo estaba primero.
Termino por despertarse, y lo primero que oí murmurar de sus labios resecos, fue, “¿Me das un beso? ¿Acaso podía decirle que no?, me acosté a su lado, y lo besé, con dulzura y tranquilidad, como si me dejara caer a un vacío, convencida de que algo me haría levitar y tocar el suelo… Luego de ese hermoso beso, él salió de la cama, yo ya estaba abajo, acomodando un poco el desorden que había entre tantas frazadas y sabanas.
El final del momento tan esperado, había llegado a su fin, me encontraba caminando hacía su puerta, ¿Qué debía hacer?, ¿Abrazarlo?, ¿Esperar que él me bese?, no sabía, no quería humillarme, ni tampoco parecer fría. Simplemente dejé que él tome la iniciativa, nos saludamos con un beso eterno.
Los primeros rayos de sol sobre mi cara, me encontraban con una sonrisa hermosa, caminando hacia mi casa, mi cabeza había dejado de buscar respuestas, y mi corazón había vuelto a latir normalmente.
Hoy, sigo conmemorando ese día, como uno de los más lindos en toda mi vida, ojala la vida me de otra oportunidad, y vuelva a cruzarnos en la misma situación, y el mismo lugar.